Continuando con mi plan de anillar en diferentes lugares, a mediados
de septiembre marché a Doñana, para participar en la campaña postnupcial de
anillamiento que se realiza en la conocida estación de Manecorro, en el
interior del Parque Nacional, con vistas a la marisma del Rocío.
Ermita de El Rocío.
La primera tarde que estuve allí fui a dar una vuelta por ese pueblo
de aspecto único que es El Rocío: calles de arena y postes a las puertas de las
casas para atar a los caballos, cual pueblo del oeste norteamericano. Fui a ver
la famosa ermita, que es el núcleo cultural-religioso de Doñana y que es el
origen de muchos de los usos y costumbres que tienen lugar aquí y constituyen
la dimensión humana de este espacio, siendo uno más de los factores que junto
con los naturales, conforman el Parque Nacional de Doñana.
La rutina diaria era montar las
redes a las siete o así y luego ir al bar El Rincón a tomar un desayuno de esos
ricos con tostadas con aceite y tomate, ¡ñam! Os aseguro que algún día intenté
pedir solo media tostada, pero era imposible resistirse así que no tuve más
remedio que tomar una entera todos los días (y no fui el único, que Alvar
también caía siempre). Al mediodía se termina la jornada y luego tiempo libre.
Aunque ya me habían dicho que probablemente sería así, la verdad es
que el número de capturas fue bastante bajo. Lo bueno es que así, sin agobios,
se podía estudiar en detalle cada pájaro, las diferencias de forma, coloración
y desgaste entre los distintos grupos de plumas, o la extensión de la muda.
También aprendí a hacer algo nuevo, como es la medición del contorno alar, o al
menos, tomar las medidas necesarias para ello, que son las longitudes de
primarias (excepto la más externa) y la
de la 1ª secundaria.
Si bien en términos cuantitativos la cosa no era extraordinaria, al
menos sí que tuvimos bastante variedad, capturando individuos de 27 especies
diferentes, destacando sobre todo el número de sílvidos (14 especies), que
incluye las cuatro especies de mosquiteros.
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Chotacabras pardo
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Martín pescador
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Torcecuello
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Chochín
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Ruiseñor común
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Colirrojo real
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Tarabilla común
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Mirlo común
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Ruiseñor
bastardo
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Buitrón
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Buscarla pintoja
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Carricero común
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Zarcero común
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Curruca carrasqueña
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Curruca cabecinegra
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Curruca zarcera
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Curruca mosquitera
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Curruca capirotada
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Mosquitero papialbo
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Mosquitero común
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Mosquitero ibérico
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Mosquitero musical
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Papamoscas gris
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Papamoscas cerrojillo
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Herrerillo común
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Carbonero común
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Pico de coral
En cuanto a abundancia, la especie
más numerosa fue el papamoscas cerrojillo, seguido de cerca por la curruca
mosquitera. También tuvimos unos cuantos ejemplares de mosquitero musical,
carricero común, ruiseñor bastardo, curruca zarcera y papamoscas gris.
A continuación pongo algunas imágenes
tomadas durante aquellas jornadas.
Pese a que la zona de
anillamiento estaba bastante seca, nos cayó una pareja de martines pescadores
en una de las redes del pinar (los pájaros siempre van por donde les da la
gana, no por donde dicen los libros) y pudimos comparar los tonos azules del
macho adulto con los de la hembra del año, más verdosos.
Macho un poco más
belicoso de lo que es habitual en esta especie tan tranquila.
A este lo pillamos
“in fraganti” en plena muda de primarias y secundarias, por lo que no podría
negar su edad (código 4 EURING) aunque pudiera hablar.
La captura más espectacular que
tuvimos fue la de un chotacabras pardo (=cuellirrojo) que cayó una mañana en la
primera vuelta y que yo en particular no había tenido antes la oportunidad de
observar en mano.
Chotacabras pardo,
mostrando su aspecto general.
Mostrando su enorme
boca, adecuada para la captura de insectos en vuelo.
En esta toma se puede
observar el dorso del ave, y las manchas claras de las alas y cola, que ayudan
en la datación y el sexado.
Papamoscas gris,
mostrando la parte superior de su cabeza “striata”.
Detalle del ala del
anterior individuo, con las motas claras típicas de ave de primer año (código 3
EURING) en las cobertoras mayores así como en las supracobertoras caudales.
La curruca
cabecinegra es una especie muy abundante por esta zona, aunque en los días que
estuve por aquí, solo logramos capturar un individuo.
En esta hembra, aunque
sea menos colorida que el macho, destaca el color rojo del anillo orbital.
Doñana es un lugar excelente para
pajarear, pero justo esta época del año no era la mejor, ya que la estacionalidad
es muy marcada y durante el verano la marisma no tiene agua, por lo que las
probabilidades de observar aves acuáticas se reducen drásticamente. Por otro
lado, al haber sido un año húmedo, la marisma del Rocío en lugar de tener sólo
tierra reseca cuarteada que sería lo normal, al menos tenía bastante pasto,
circunstancia que aprovechaban las numerosas cabezas de ganado caballar
autóctono de aquí, así como los ciervos, que se dejaban ver (y por la mañana o
al caer la tarde, oir) con facilidad, desde el paseo de la marisma o incluso
desde la estación de anillamiento. Aunque en la estación era también habitual
observar jabalíes o algún zorro despistado. También pudimos ver al águila
imperial en la lejanía y un meloncillo en la zona del Acebuche.
Por supuesto hicimos el intento (algunos
más que otros) de poder ver al gran protagonista de la fauna de Doñana, el
lince ibérico. Como la empresa era complicada yo no tenía demasiadas
expectativas de triunfar, así que no quedé muy decepcionado cuando volví de
vacío un par de tardes de esperas y encima habiendo recibido unas bonitas
picaduras de mosquitos marismeños, que son bastante fieros.
Una tarde fuimos a las marismas
del Odiel a pajarear y la verdad es que es un sitio espectacular: cigüeñuelas,
agujas colinegra y colipinta, chorlitejos, andarríos, ostreros, correlimos
(común, tridáctilo, gordo, zarapitín y menudo), zarapito trinador, vuelvepiedras,
archibebes común y claro, charrán patinegro, chorlitos grises todavía en
plumaje de verano,guapísimos!, pechiazul, flamencos, espátulas, garzas,
gaviotas y anátidas.
Un sábado fuimos a la Dehesa de
Abajo, que es otro de los lugares donde se puede ver al lince y además tiene
otra característica muy importante: tenía agua, así que la concentración de aves
era muy grande. Especialmente llamativo fue el elevado número de moritos,
cigüeñas blancas y avocetas. También eran frecuentes las agujas colinegras y
por aquí y por allá había flamencos y alguna espátula.
En las zonas de carrizal
se veían varias especies de garzas, destacando la garcilla cangrejera y la
importante cantidad de martinetes. También pudimos contemplar una especie
exótica, que parece ser que se ha establecido aquí: el tejedor amarillo u
obispo coronigualdo.
En las playitas se dejaban ver los limícolas, unos más
comunes como andarríos y chorlitejos, y otros más llamativos como archibebes,
agachadizas o combatientes. Entre las anátidas, destacar algún ánade rabudo y
especialmente, tres cercetas carretonas que pudimos observar. Las rapaces no se
dejaban ver mucho pero como es habitual en estos humedales, el aguilucho
lagunero de vez en cuando iba merodeando por la zona, infundiendo el temor en
sus vecinos, situados en el piso inferior de la cadena trófica. Para
despedirnos pudimos contemplar una cigüeña negra antes de volver a El Rocío.
Pico de coral, otra
especie nueva para mí.
Según Svensson, las
aves con el pico de color rojo son adultos, los jóvenes lo tendrían oscuro.
Tarabilla común,
especie habitual en los campos, pero bastante menos en las redes.
En resumen, un lujo poder anillar
en un sitio tan emblemático, con dos anilladores de la EBD con mucha
experiencia como José Luis y Rubén. También ha sido un placer compartir estos
días con mucha gente (Álvaro, María, Sol, Marta, César, Sergio, Alvar, Edu,
María, Germán, Juanma, Ana y Carlos) de diversas procedencias pero con un punto
en común: la pasión por la naturaleza.
Un saludo
JH
1 comentario:
Quizás si te animas a volver, coincidamos por aquella zona. Por aquí por León consideran casi obligatorio ir allí cuando estás en formación, eso dice mucho de la importancia de este lugar.
Un saludo.
Pablo.
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